Sombras de ayer

Hoy, completamente a solas contigo, vi mi sombra merodeando por tus calles. Esa que hace tiempo compraba a tu lado sueños e ilusiones y alzaba banderas. La que estando sola entre tanta gente, se sentía especial, diferente.

Hoy mi sombra caminaba por tu acera y aún cargaba los recuerdos de otros tiempos que esperaban impacientes los de ahora. La vi sentaba en la parada del autobús con un libro entre sus manos. Hacía tanto que no la veía, que casi olvidé que aún estaba.

Hoy miré al cielo mientras el sol se escondía entre las nubes, agotado. Miré la eterna avenida, los ruidosos coches, las caras extrañas… Y hasta te eché de menos, no sé si a ti o a mi sombra, pero lo hice.

Y en ese instante de éxtasis, de confusión o de nostalgia, miré dentro de mí y ahí estaba. Mi sombra seguía ahí, siempre había estado ahí, pequeña, escondida, sin ánimo, sin ganas, pero ahí, en el mismo sitio de siempre. 

Y entonces, después de haberte querido y odiado casi a partes iguales, recordé que fuiste tú la culpable de mis mejores sueños. La que siempre me empujaba. La que me había dado alas para volar ya varias veces. La que siempre me despertaba para enseñarme que mi sombra seguía conmigo, aunque una parte de ella se había quedado en tus calles para siempre y encontrarla es lo que me había hecho levantar de una vez la mirada.

Y ahí estabas otra vez, en tu caos infinito, con mi sombra vagando por tus calles y dejando a hurtadillas un nuevo sueño en mi bolsillo… Por si acaso. 

Nostalgia

Mi pueblo tiene rincones,
que te nublan los sentidos,
que te embriagan la memoria
para llevarte en suspiros
a los días donde el tiempo
se iba bebiendo a sorbitos
y las noches eran largas,
y los sueños pequeñitos…

Mi pueblo tiene rincones
que te dejan sin aliento,
donde las calles te cuentan
muy bajito los secretos
que sus piedras han guardado
durante años, sin miedo,
y que el viento ha confesado
cuando despeina los sueños…

Mi pueblo, de gris y verde,
hoy me ha quitado el sombrero
al caminar por sus calles
inundadas de recuerdos
que han venido a susurrarme,
que mi otro yo está durmiendo
entre el calor del verano
y el frío de sus inviernos…

Yo me he sentado a esperarlo
y me ha guiñado, a lo lejos…

Necesito…

Necesito un trago contigo mano a mano,
que el levante me despeine en tu Caleta,
recorrerte despacito y que mis pasos
se detengan en tu templo de poetas;

necesito renacer junto a tus olas
mientras huele a sal y a mar en cada puerta
una puesta de sol tuya, una mirada, una sonrisa,
papelillos de colores en la acera;

necesito otra vez más un beso tuyo
y ese guiño que canalla me recuerda
que la vida son dos días y pasan pronto
y por eso hay que cantar hasta que duela.

Otras sandalias nuevas

Hoy estrenó mes el calendario y yo estrené unas sandalias. Y se vino a mi cabeza aquel poema que animaba a caminar, a surcar nuevos caminos… que quizás sigo buscando. Y pensé, cuanto había cambiado todo desde entonces, cuanto había cambiado yo. El camino que había entonces se termina. Los que vienen ni siquiera los encuentro.

A lo lejos, un horizonte difuminado me sonríe, o eso creo, pues tampoco es claridad lo que vislumbro. Sopla el viento y me despeina. Puede que vaya siendo hora de caminar, de una vez por todas, despeinada. Porque no todo es perfecto. Porque yo no soy perfecta. Y ya es hora de asumirlo y disfrutar también de las imperfecciones.

Miro atrás y de mayo me traigo la máscara con la que sigo. Es raro escuchar carnavales mientras estreno sandalias. Pero me siento bien, aunque titubeen los sueños y los pasos no sean firmes. Y pienso que puede que no sean las mejores sandalias, pero si las más bonitas. Pues me hacen recordar aquel poema y pensar una vez más eso de «Sandalias nuevas… y a caminar a ver que pasa».

 

Una meta en el camino

 

Quiero llegar cuanto antes
a esa meta tan lejana,
tanto corro que hasta el polvo
que levanta mis pisadas
esquiba mis ojos tristes
pero cerrando los párpados,
y entonces…
no veo nada;

no quieras correr, no puedes,
pisa fuerte y más seguro,
andar un camino a ciegas
es como hacer un conjuro,
que nunca sabes si aciertas
pero si fallas, caes duro
y duelen los golpes fuertes
en un asfalto así, oscuro;

más siento que el tiempo corre
más que yo, que voy cansada,
y no sé dónde pararme
a pensar y tomar agua,
pues cuando pienso yo siento
que no hay meta ni horizonte
¿si no sé dónde camino? ¿para que correr?,
desorden en esta vida que un día
controlaba todo, en orden
y hoy siento que se derrumba
el camino a otro horizonte…

Quiero llegar cuanto antes
quiero correr y no puedo
solo unos ojos me ayudan
a querer alzar el vuelo
y vivo intentando volar
cada día desde el suelo.

Bajo el calor de mayo

 

Tras un invierno apagado
el camino ha florecido
y bajo el calor de mayo
los colores han crecido;

de verano disfrazado
busca en la sombra cobijo,
yo me paro a contemplarlo
mientras por dentro sonrío;

canta el pájaro de nuevo
oigo a lo lejos su trino
con tu mar azul de fondo,
pareciera un espejismo,

espejismo de mi alma
que también en el camino,
planta semillas, callada,
buscando haber florecido

y va y viene la esperanza
de encontrar otro camino…

 

Feria del libro de Málaga 2022

Ya van tres. Quien me iba a decir a mi que algún día participaría en una feria del libro con mi propio libro. Al final va a ser verdad eso de que los sueños se cumplen. Eterno Febrero volverá este viernes a la Feria del Libro de Málaga. Estaré firmando libros en la Plaza de la Marina, caseta 22, a partir de las 18.30.

Muchos ya lo conocéis pero, para los que no, hoy quiero hablaros de Eterno Febrero, mi libro, mi primer libro. Se trata de un pequeño poemario homenaje a «mi gran amor», Cádiz, y mi gran pasión, el carnaval. Un conjunto de poemas de estilo romántico pero en el que el amor se disfraza de un amor algo menos típico, el amor a un lugar, el amor a una fiesta, el amor a una forma de vida.

El libro tiene, además, el honor de contar con David Carapapa como prologista, ya que Eterno Febrero me dio la oportunidad de conocer a uno de los mejores comparsistas que, bajo mi punto de vista, tiene el carnaval de Cádiz. Y también ha llegado a las manos de otros copleros, como el gran Antonio Martín, todo un orgullo que mis letras hayan sido leídas por esos maestros gaditanos de las letras. 

Crearlo fue una aventura, pues fueron poemas que estuvieron mucho tiempo escondidos en un cajón y que salieron a la luz en forma de libro cuando, quizás, más los necesitaba. Así sucede muchas veces, pareciera que las cosas vienen cuando tienen que venir, y Eterno Febrero llegó después de haberme perdido (profesionalmente hablando). Vino a darme un chute de energía para reinventarme y para, de una vez por todas, luchar por lo que más quería.

Sentí, en cierto modo, que los versos de este libro vinieron para salvarme, como siempre ocurre con la poesía, como siempre ocurre con las escritura. En ella encuentro la terapia que, psicológicamente, muchas veces necesito. Con ella me siento yo, sin más, me siento única, me siento diferente, me siento libre. Tocó reinventarse entonces, y aún estamos en ello, pero Febrero siempre será eterno entres sus páginas y este viernes, vuelve a salir a la calle para buscar más lectores… ¿te vienes conmigo?

P. D. Y si has llegado hasta aquí, te comparto en este link con las primeras páginas de mi libro, por si te animas a leerlo 🙂

 

Recuerdos… De aquellas maravillosas Semanas Santas

Y había un patio que revosaba de macetas,
amaneceres que te tiraban de la cama,
unas mañanas llenas de juegos,
tardes de café
y olor a incienso en la ventana;

y había un reloj que se dormía antes de las tres mientras de niña esperaba la madrugada,
y unos churros calentitos bien temprano
mientras pasaba la Esperanza;

y había una mesa y una sonrisa
que a todos siempre nos esperaba,
y un gitanito de pelo largo
que las penas nos quitaba…

Mi infancia eran las calles de Jerez
cuando llegaba Semana Santa,
hoy miro al cielo y sé que nunca volveré
a tener Semana Santa más sagrada.

El ocre tras el cristal

El cielo ocre se cae,
desplomado ante nosotros,
sus lágrimas se tiñeron
hoy de nuevo de marrón,
pareciera que nos grita
que la herida de la tierra
está sangrando esta tarde,
que se muere de dolor…

Yo miro por la ventana
mientras la tarde me atrapa,
quisiera salir corriendo
de esta fría sociedad,

la ventana que da al mundo
destripa otra vez horrores
mientras miramos a un lado
sin saber ya que pensar…

y el ocre se hace más ocre,
pesa la tarde en la espalda,
busco el calor de una manta
y solo quiero olvidar…

Aturdida me despierto,
¿que era esa pesadilla?
No era un sueño,
ni era el sueño una alegre realidad,
entonces es que soñaba…

Y vuelvo a mirar de nuevo,
en esta tarde de absurdos
el ocre tras el cristal…

El camino

Lo había subido cientos de veces, y le encantaba. Aquel camino, aunque un poco estrecho y empinado, miraba al mar. A un horizonte despejado que siempre la llenaba de energía. Pero llevaba tiempo sin recorrerlo, pues Carla no era la misma. Aquella mañana, por azares del destino, sus paseos terminaron en la entrada de aquel camino, y Carla decidió fijar sus pasos hacía el sendero. Pero el camino, que parecía el mismo y que realmente lo era, ya no era el mismo para ella, ahora tenía obstáculos de los que nunca se había percatado así que, cuando empezó, y a lo lejos vio que el camino se estrechaba, decidió retroceder. ¡¡Imposible, ya no puedo pasar por ahí!! – pensó. Así que, cabizbaja, Carla se dio la vuelta y añoró su preciado camino. Y el disfrute de aquel sendero se esfumó ante los ojos de Carla, como se esfuman los sueños que creemos inalcanzables….

Los días pasaron y una tarde, agarrada de otra mano diferente a la suya, Carlo llegó al camino. Lo miró y pasó de largo. ¿Cómo? ¿Ya no subes al camino? – le dijo aquella voz que acompañaba ese día su paseo. No, ya no puedo – contestó Carla. Tonterías…y la mano la agarró con todas sus fuerzas. Sube conmigo. Y Carla subió, y llegó hasta donde el camino se estrechaba, y descubrió que cabía y siguió, y siguió caminando y aquellos obstáculos que había dibujado en su mente, no existían, eran fruto del miedo, del cambio que había experimentado en su vida que le hacía sentirse mas débil. Pero no era así, claro que no era así.

Cuando llegaron, era un día claro y el mar se veía más azul que nunca. Carla miró al lado y abrazó a la persona que la había acompañado. Supo entonces que, a veces, necesitamos que alguien nos empuje, nos de la mano y nos ayudé a subir el sendero. Porque la falta de confianza en nosotros mismos hace que nuestra mente a veces se nuble, y veamos fantasmas donde no los hay. Así que sube el camino, no tengas miedo, y ya pasaremos los obstáculos cuando lleguen 😊