
Hoy, completamente a solas contigo, vi mi sombra merodeando por tus calles. Esa que hace tiempo compraba a tu lado sueños e ilusiones y alzaba banderas. La que estando sola entre tanta gente, se sentía especial, diferente.
Hoy mi sombra caminaba por tu acera y aún cargaba los recuerdos de otros tiempos que esperaban impacientes los de ahora. La vi sentaba en la parada del autobús con un libro entre sus manos. Hacía tanto que no la veía, que casi olvidé que aún estaba.
Hoy miré al cielo mientras el sol se escondía entre las nubes, agotado. Miré la eterna avenida, los ruidosos coches, las caras extrañas… Y hasta te eché de menos, no sé si a ti o a mi sombra, pero lo hice.
Y en ese instante de éxtasis, de confusión o de nostalgia, miré dentro de mí y ahí estaba. Mi sombra seguía ahí, siempre había estado ahí, pequeña, escondida, sin ánimo, sin ganas, pero ahí, en el mismo sitio de siempre.
Y entonces, después de haberte querido y odiado casi a partes iguales, recordé que fuiste tú la culpable de mis mejores sueños. La que siempre me empujaba. La que me había dado alas para volar ya varias veces. La que siempre me despertaba para enseñarme que mi sombra seguía conmigo, aunque una parte de ella se había quedado en tus calles para siempre y encontrarla es lo que me había hecho levantar de una vez la mirada.
Y ahí estabas otra vez, en tu caos infinito, con mi sombra vagando por tus calles y dejando a hurtadillas un nuevo sueño en mi bolsillo… Por si acaso.